A. Las consecuencias de nuestras normas actuales
1. Todo nuestro dinero fluye a través de nuestras empresas hacia los multimillonarios y es por eso que hay tanta desigualdad hoy en día.
Las regulaciones financieras actuales favorecen a un pequeño grupo de élite de ultrarricos. Como resultado, nuestro dinero se está filtrando hacia estos superricos, dejando atrás al resto de la sociedad y ampliando la brecha entre ricos y pobres.
2. La extrema desigualdad actual está desestabilizando nuestras sociedades y es la causa de la crisis actual en nuestro mundo.
La desigualdad extrema alimenta el malestar, el conflicto y la división. En lugar de generar estabilidad, las normas financieras actuales empujan a nuestras comunidades y economías a la crisis.
3. Debido a que las reglas actuales son la causa de la crisis actual, solo podemos resolver la crisis con nuevas reglas.
Los políticos y los gobiernos están estancados, incapaces de resolver la crisis. Sin embargo, hay esperanza: nuevas normas audaces pueden romper el estancamiento y encaminar a la humanidad hacia un camino diferente. Nos encontramos en una encrucijada, y la decisión es nuestra.
B. Tres nuevas reglas
El mundo está en crisis, no porque la humanidad carezca de riqueza, sino porque esta se acumula, se distorsiona y se concentra en manos de una pequeña élite. La desigualdad desgarra el tejido social, los trabajadores se ven excluidos de la prosperidad que generan y los gobiernos se encuentran enfrascados en una carrera hacia el abismo, mientras los ultrarricos mueven sus fortunas a través de las fronteras.
No tiene por qué ser así. Con tres reglas claras y prácticas, podemos reescribir los cimientos de la economía global y construir un sistema que funcione para todos:
1. Impuestos sobre la riqueza extrema
Ninguna sociedad necesita multimillonarios. A partir de cierto punto, las fortunas individuales dejan de contribuir al progreso y empiezan a socavar la democracia, la igualdad y la libertad. Al gravar la riqueza extrema, garantizamos que los ultrarricos se mantengan cómodos, pero ya no sean excesivamente poderosos.
Por ejemplo:
- Un impuesto anual 30% sobre el patrimonio superior a 10 millones de euros o
- Un impuesto anual 40% sobre el patrimonio superior a 50 millones de euros
Los umbrales y las tasas exactos se pueden refinar, pero el principio es simple: se acaba la desigualdad extrema, se libera el capital inactivo y la riqueza que antes estaba acumulada vuelve a ponerse a trabajar en la economía real.
2. Compartir las ganancias de manera justa con los trabajadores
Las empresas no triunfan solo gracias a sus accionistas. Su éxito se debe a los millones de trabajadores que las hacen funcionar a diario. Sin embargo, con demasiada frecuencia, estos trabajadores quedan excluidos de la riqueza que ayudan a crear.
Proponemos un sistema justo de reparto de beneficios: cuando una empresa obtiene más de 5 millones de euros de beneficios, la mitad del excedente que supere ese umbral debe distribuirse entre sus empleados. Los detalles pueden debatirse, pero la regla es clara: la prosperidad pertenece a quienes la construyen, no solo a quienes poseen acciones.
3. Hacer que las reglas sean globales
La equidad no puede limitarse a las fronteras nacionales. Si estas normas se aplican solo en un país, la riqueza se refugiará en paraísos fiscales y las corporaciones enfrentarán a las naciones entre sí. Por eso, estas medidas deben aplicarse en todo el mundo. La coordinación global puede eliminar los paraísos fiscales, detener la competencia desleal y garantizar que la riqueza y el poder no puedan simplemente eludir su responsabilidad.
Estas nuevas normas premian el trabajo por encima de la riqueza pasiva. Reducen la desigualdad, fortalecen la democracia y crean economías más resilientes, más justas y más humanas.
Al adoptarlas, la humanidad da un paso decisivo hacia adelante: se aleja de un mundo gobernado por multimillonarios y se acerca a un futuro que nos pertenece a todos.
C. Lee el libro
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D. Lleva esta historia a las calles
Hoy en día, fortunas inimaginables están encerradas en manos de los superricos: riqueza que debería fluir a través de nuestras economías, construyendo viviendas, financiando escuelas y sustentando nuestro planeta. En cambio, alimenta la pobreza, profundiza la desigualdad y desestabiliza sociedades enteras.
Vemos el daño a nuestro alrededor: familias desplazadas, viviendas fuera de su alcance, sistemas de salud bajo presión, comunidades divididas, guerras y disturbios que se extienden y un planeta que se asfixia bajo la contaminación.
Pero no tiene por qué ser así. Con tres nuevas y audaces reglas —descritas anteriormente y en el libro— podemos liberar la riqueza estancada, reequilibrar nuestras economías y crear un mundo más justo para todos.
El cambio empieza en las calles, en los lugares de trabajo, en las salas de estar y en los cafés. Cada conversación es una chispa. Comparte esta historia con tu familia, amigos, colegas y vecinos. Unámonos, hablemos alto y llevemos esta visión a la plaza pública.
Las chispas se convierten en llamas. Las llamas en fuego. Juntos, podemos iluminar el mundo con el cambio.
E. Vota por esta historia
Tu voz importa
Es hora de salvar nuestro futuro. Cuantos más votos consigamos y más fuerte sea nuestra voz colectiva, más fácil será para los políticos implementar las nuevas normas mencionadas en nuestra legislación financiera.
Seguro y anónimo
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